Una mañana en Dravia, hace cinco años.
- Cof cof… rayos, el viento está levantando demasiada arena hoy.
La chica se cubría el sol del rostro con su mano mientras
avanzaba por aquel mar de arena y polvo. De pronto a la distancia divisó un
grupo de buitres girando en círculos por lo cielos. Pensó en ignorarlos, pero
luego recapacitó.
- Con esta tormenta no creo que vaya a llegar al pueblo, bah, en realidad no podría avanzar ni un kilómetro más. Pero si regreso con las manos vacías el maestro Hopkins seguro que me pone a limpiar las letrinas.
Hizo un gesto de asco.
- Carajo…
Cambió inmediatamente su rumbo, la tormenta de arena
comenzaba a arreciar, ahora sus pies se hundían en la arena al caminar. Ella
sabía a la perfección lo que un grupo de buitres significaba, era seguro que
había un cadáver de algún incauto por allí, por lo general exploradores
inexpertos terminaban perdidos en el desierto y cargados de cosas de valor,
agua, alimentos e incluso joyas. Ya estaba a unos metros de la parvada de aves
de rapiña, algunas de estas andaban ya por el suelo.
- Veamos…
- GGGGGGGGHHHHHHHHH!!
Le gruñeron un par de ellas, eran bastante grandes, metro
y medio cada una y al extender sus alas se veían incluso más imponentes, sus
picos eran peligrosamente afilados y tenían intención de pelear por su
almuerzo.
- Claro…no podía ser tan fácil
La mujer bajó la pañoleta que cubría su boca, juntó ambas
manos en forma de aplauso y cerrando sus ojos murmuró.
- Presión de viento
Se produjo un destello blanco de sus manos, y
simultáneamente sopló con todas sus fuerzas.
- AAGGGGGHHHH!!
Los pajarracos solo alcanzaron a dar un par de aletazos
para cuando aquel soplido, se transformó en un tremendo ventarrón que arrasó
con el grupo de aves como si de basurillas se tratase, y con ellas gran parte
de la arena del lugar.
- Cof cof cof… Detesto hacer eso en este sitio.
Tosió unas cuantas veces debido a la arena que había
tragado. Al levantar la vista, se percató de que su soplido había dejado al
descubierto lo que tanto buscaban aquellos pajarracos.
- Bingo…
Se dijo para si con una sonrisa en el rostro. Allí
estaba, el cuerpo de una persona que se encontraba a medio enterrar en la
arena. Con rapidez se acercó a él para inspeccionarlo. Tenía que darse prisa,
la tormenta arreciaba cada vez más, la visión se estaba tornando casi nula y la
arena ahora la cubría hasta la cintura.
- Más vale que tengas algo bueno… o si no creo qu…
No terminó su frase para cuando se dio cuenta. Era un
chico de unos doce años, sus ropas no eran más que harapos sucios y no llevaba
nada de valor consigo.
- Carajo…
Suspiró y negó levemente con la cabeza.
- Será mejor irme, Hopkins me matará.
Súbitamente, como si de un muerto viviente se tratase
escuchó un leve gemido.
- Aahhg…
- ¡¿QUE DEMONIOS?! ¡¿ESTÁ VIVO?!
Sin pensarlo dos veces se apresuró a ayudarlo. Su rostro
estaba completamente cubierto por la arena, solo sobresalía de esta, parte de
su torso, sus brazos y pies descalzos.
- ¡¡Deprisa Karin deprisa!!
Se puso de rodillas a su lado y con rapidez comenzó a
quitarle la arena del rostro. No tardó mucho para cuando lo vio, era un
jovencito de cabello largo y negro, tez pálida y bañado en sangre. La mujer se
quitó el sombrero y el protector de sus ojos.
- ¡¡E-Estarás bien…t-tranquilo!!
Sacó la cantimplora de agua y le roció un poco en el
rostro, luego la acercó a su boca.
- Bebe…
Fue Inútil, el jovencito estaba prácticamente muerto.
- Oye, tienes que beber esto, ¿ME ESCUCHAS?…¡¡ OYE!!
La miró, entre el viento, la arena, el sol y el
aturdimiento apenas logró apreciar la silueta del rostro de la mujer, balbuceó
unas últimas palabras antes de cerrar lentamente sus ojos.
- ¿L-Lily?
Su último atisbo de vida se desvanecía mientras la chica
lo mantenía en brazos.
- Carajo…
La
tormenta los envolvió y desaparecieron en aquel mar de arena.
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